Madrid 2003
Por más que tratase yo de garabatear mi piel con bolígrafo no lograba entender qué tipo de magia se escondía tras aquel indio perpetuo, sólo se que me fascinaba...
Un tatuaje...cosa de presidiarios y marineros y creo que algo de ambas cosas le había tocado vivir a aquel gran hombre.
En mi adolescencia dibujé en un papel lo que otros llevarán en su piel mientras no prefieran olvidarme y más tarde una serie de circunstancias que no vienen al caso (por lo menos hoy) revelaron en un sueño a quien quería llevar en mi piel por el resto de mi vida, y así lo hice.
Una experiencia sin duda alguna gratificante, más cercana al placer que al dolor.La oportunidad de ponerse al otro lado surgió, así que decidí no dejar pasar ese tren.
Empezamos por tatuar pedazos de piel de cerdo y terminamos por tatuar a valientes voluntarios (dígase valientes por no decir inconscientes) que por el mero hecho de obtener un tatuaje gratis cedían su piel más que a unos tatuadores inexpertos, al azar!
Satisfacción y frustración, alegría, nerviosismo, cariño, lágrimas...
Probablemente repita el tatuar, lo que es seguro que repetiré el ser tatuada.